La ocupación humana del territorio del Pallars data de tiempos
prehistóricos, lo que ha configurado los usos del suelo y ha
modelado el paisaje. Sin embargo, el aislamiento geográfico de la
Vall Ferrera y de su entorno comarcal, Pallars Sobirà, ha
condicionado el crecimiento y ha hecho que este territorio tenga un
desarrollo económico más atrasado respecto a sus comarcas vecinas-
Alt Urgell, el Pallars inferior y la Alta Ribagorça.
El hierro fue explotado en la Vall Ferrera hasta el siglo XIX, como
materia prima para alimentar la tradicional industria de la fragua
pirenaica, es decir, la industria de obtención del hierro a partir
de sus menas. Esta actividad adquirió fama entre los siglos XVI al
XIX por la calidad del metal obtenido y de los productos con él
manufacturados (llaves, rejas, armas, etc ...). Con el desarrollo
moderno de los hornos altos, la actividad de las herrerías perdió
vigencia y a finales del siglo XIX prácticamente había
desaparecido. A la desaparición de la actividad siguió la
destrucción de las fraguas y el olvido de esta actividad
tradicional.
A pesar de las condiciones de vida duras derivadas de un territorio
montañoso con unas condiciones extremas en invierno y con una falta
de servicios, la Vall Ferrera era un territorio que se mantenía con
una economía de autosubsistencia especializada en las actividades
primarias: la ganadería, agricultura y la explotación de los
bosques.
A principios del siglo XX con la mejora de las comunicaciones y la
entrada, aunque lenta, de la economía de mercado, comenzó la
transformación de las viejas estructuras tradicionales agrícolas y
ganaderas. Esto coincidió con el inicio de la industrialización de
Catalunya, lo que provocó un despoblamiento espectacular de la Vall
Ferrera.
Al importante proceso de crisis ya iniciado, hay que añadir que la
Vall Ferrera, dentro del contexto del Pallars, fue uno de los
valles que no quedó afectado durante los años 1950 por la gran
expansión en el Pallars Sobirà de las centrales hidroeléctricas que
debían dar respuesta a la demanda energética de los grandes centros
industriales catalanes. Este hecho todavía acentuó más la regresión
demográfica de la Vall Ferrera, un territorio cada vez más aislado
y que ofrecía muy pocas posibilidades para la población.
Con el objetivo de detener la regresión demográfica y
socioeconómica de las áreas de montaña que presentaban un grado de
desarrollo inferior al del resto de Catalunya, se aprobó la ley
16/1990, de 9 de marzo, de alta montaña. Sus objetivos principales
eran igualar el nivel de vida de los habitantes de montaña con los
del resto de Catalunya, detener el proceso de regresión demográfica
y compatibilizar el desarrollo turístico con la preservación del
patrimonio natural, cultural e histórico.
Actualmente, la economía agraria y ganadera se complementa con el
sector turístico, actualmente principal motor económico del
municipio.